viernes, 5 de noviembre de 2010

Lotería!




Natalia estaba en su casa.

Va siendo hora de presentarnos adecuadamente. Kei es una empresa conformada por dos diseñadoras pequeñas y risueñas, llamadas Karen e Iraís. Ambas estudiamos Diseño Industrial en el Tecnológico de Monterrey, y la verdad es que nos hicieron coco-wash hasta el cansancio: somos convencidas emprendedoras.

Dentro de las múltiples influencias que la carrera y los maestros nos dejaron en la vida, coincidimos en las siguientes vertientes: identidad, desarrollo sustentable, innovación. Ha sido un reto incorporarlas todas en este proyecto, pero vaya que lo hemos intentado.

Sobre todo nos preocupaba el aspecto social de un proyecto centrado en la identidad de nuestro país. Las artesanías, en concreto, conjuntan estos dos aspectos y nos permiten rescatar el valor de un sector poblacional que ha sido segregado: los indígenas artesanos. 

Es por esto que decidimos tomar un riesgo y tratar de conseguir el contacto artesano directo para los productos textiles, y de ahí surgió la coincidencia con Natalia, una bordadora que lleva a sus hijos a la escuela en 16 de septiembre, Centro.

Karen la encontró como se suelen encontrar las cosas: cuando no la estaba buscando. La vio bordando una servilleta afuera de la escuela de sus hijos y se le hizo fácil preguntar. Sí, sí podía hacer bordados sobre pedido, así que quedaron de verse otra vez para ponerse de acuerdo en precios, cantidades y tiempos de entrega. En realidad el trabajo lo harían ella y su amiga cuyo nombre nunca hemos descifrado. Natalia tiene celular y aunque no sabe escribir, guardó el número de Karen. 

Sabíamos de antemano que era posible que nos quedara mal. Es algo que se da por hecho en México, independientemente de la clase social a la que uno pertenezca, la gente suele quedar mal. Sin embargo fue una sorpresa que para la fecha acordada, aunque no tuviesen el total del encargo, tuvieran más del 50%. Además de todo, en realidad el trabajo está muy bien hecho. 

Ése día fui yo, Karen tenía trabajo. Platiqué mucho con Natalia, porque su amiga no llegaba y tenía una parte de las tiras bordadas que fui a recoger. Me dijo que tiene tres hijos, que los lleva a la escuela para que tengan un buen trabajo, que borda desde que era una niña, que los hilos en su pueblo son más mejores y que estaba en Querétaro porque aquí trabaja su esposo. Sentadas en el suelo con las piernas cruzadas  frente a la escuela de sus niños me contó también que su amiga es más grande, tiene más hijos y vende en un puesto enfrente del Templo de la Cruz; que ella tiene un celular que no funciona muy bien y que no habla mucho español.

Al fin llegó la susodicha y me entregó lo que hacía falta. Se disculparon por no acabar, parecía que ambas tenían muchas cosas que hacer y, curiosamente, no querían recibir anticipos por el trabajo que habían hecho. De todos modos, les dije, esto ya está hecho y ya gastaron en ello, no es justo que no reciban dinero. Así quedaron pagadas las seis piezas y el acuerdo de entregarnos las faltantes en cuanto los terminaran...

Ante mis intentos de generar un mayor compromiso mediante una cita, Natalia negó diciendo que ella nos llamaba cuando terminara. Un día antes de la fecha límite en que las piezas podrían ser utilizadas, Natalia no había hablado y tuvimos que llamarle. Ella me reiteró que habíamos quedado en que ella me llamaba cuando terminara, y que si no me había llamado era porque no había terminado. Hubo una cita para unos días después. 

Karen le habló para ver en donde iban a verse. Natalia le dijo que no había terminado, a lo que Karen respondió que con que le entregara lo que tenía era suficiente de momento. Natalia le dijo que eso no iba a poder ser porque ella estaba en su casa y no iba a ir a la escuela ese día. Que nos entregaba, porqué no, cinco días después de la Expo. 


Y así fue el trato artesanal. Y aún pienso que nos fue bien, porque conseguimos el 60% de lo que pedimos. Quizá nos hizo falta callo para saber tantear el tiempo estimado de retraso, porque esta gente borda aparte de todo, no como principal actividad. No tienen urgencia, si hacen algo, es para conseguir un extra, que sería bien recibido y en realidad sí les hace falta, pero del que no dependen. ¿Qué hará falta para generar la formalidad necesaria?

Es que estas cosas no te las enseñan en la escuela. 



jueves, 4 de noviembre de 2010

Preparándose para la feria

Participar en ferias es más difícil de lo que parece. Hay cosas que una no pregunta, cosas que asumimos que estarán y no están, y admás está la vida, que es completamente impredecible.
Es chistoso como algo que como espectadores nos parece tan sencillo y cotidiano, visto de la otra cara resulta toda una aventura.

-I